Carnaval en Potreritos


Si hay algo bueno en los pueblos, son las fiestas. Los pueblos mantienen el aura de esa conciencia mítica que han perdido las ciudades, el mito puesto en la alegría y en la celebración. Por eso, hoy, en todo el mundo, las costumbres y ritos pueblerinos se mantienen más que en las grandes urbes. Si hay algo bueno en Potreritos, es el carnaval. En La Cañada de Urdaneta, de donde es mi padre -y por continuidad sanguínea y afectiva, yo- se celebran varias fechas: San Benito, San José, la Inmaculada Concepción; todas ellas religiosas, y la pagana por excelencia: el carnaval.

En mi niñez, adoraba los carnavales en Potreritos. No por las fiestas, los disfraces o los días libres, sino por los juegos de “agua”. Mis primos, mis hermanas y yo, solíamos divertirnos tanto, que hasta los “malos juegos”, acompañados siempre del regaño de Tía Neida, eran un delirio.
Lo más divertido del carnaval era bañar a otro con agua, bien sea con baldes llenos, vejigas, tripas de caucho o lo primero que teníamos en la mano. Pero en el pueblo más alejado de La Cañada, el asueto iba más allá.

A pesar de que había un pacto de no jugar con quien no quería y no bañarnos dentro de la casa, siempre terminábamos empapados. Por las calles, se veían pasar grupos de muchachos con baldes de agua y paquetes de harina… ¿para qué? para dejar la cabeza de la víctima hecha un “mazacote”. Después que te echaban todo el agua y entre varios revolvían la harina en tu cabello, se despedían diciendo “mañana traemos el guiso” (aludiendo a la masa para las hallacas)

Una vez a mis primas y a mí se nos ocurrió mojar a unos pescadores. Salimos corriendo, pero uno frotó sus manos en las redes que llevaba en una carretilla, me persiguió y estrujó sus manos en mi cabeza… estuve tres días sin poder quitarme el olor a pescado. A pesar de los malos olores, las horas bajo la ducha tratando de sacar la harina, o los regaños, eran días maravillosos. El carnaval siempre fue mi mejor travesura.

Un año, mi prima Zorena se llevó el peor de los baños. Cuando podía, Tía Neida nos recordaba, con cara de pocos amigos, que no podíamos jugar dentro de la casa, así que mi primo Marcos y yo, ideamos un plan: saldríamos de la casa y esperaríamos que Zorena se asomara. Como la casa tenía dos puertas, cuando ella se asomara por una, Marcos entraría por la otra y la empujaría hacia fuera, entonces la bañaríamos. Para eso preparamos una palangana muy grande con agua, arena, la borra del café, huevos y todas las sobras que quedaron del almuerzo. Escondidos por las plantas de rosas, y como dos brujos, revolvíamos diabólicamente el menjurje.

Después de un rato, Zorena se asomó a la puerta, Marcos entró corriendo por la otra y la empujó y luego le echamos el baño encima. Mi prima quedó toda mojada, echa un asco y enfurecida. Su vanidad resbaló por su cuerpo con las sobras del almuerzo. Gritaba, exigiendo castigo para los atrevidos. Mi Tía Neida sólo dijo: “Dentro de la casa no. Afuera, no respondo”.
Siempre supe que también lo disfrutó.


A propósito de paradojas


En su origen, el blog fue pensado como un diario personal público –interesante paradoja-, luego fue calando en internet convirtiéndose en cualquier cosa. Cualquier cosa resume la cantidad y variedad de blogs que se encuentran en la red. Evidentemente las puntocom y los portales han cedido espacio a las comunidades virtuales y a los personales blogs. 

Desde hace dos años que escribo estas crónicas repetidas. De julio 2007 a julio 2008 publiqué 17 entradas, el segundo año, 24; y en el último mes, he publicado seis post, lo que significa que estoy escribiendo cada vez más, aunque dudo que mejor. Lo cierto es que cuando digo la verdad los lectores no me creen, en cambio, sí juzgan toda la ficción.
Como dice mi abuela, “para muestra un botón”:

Mi novio ha amenazado con dejarme. Cree que, el que me besó una vez, no fue un grillo sino un chico; que cuando me llama por teléfono lo confundo con otra persona, que lo llevo de viaje con la excusa de ver a alguien más y que les escondo la mitad, por lo menos, de las cosas que hago.

Mi madre, está molesta. Me pregunta cuándo hice esto o aquello, por qué no lo sabe. Me culpa de la incredulidad de algunas de mis lectoras por mis relatos sobre historias de amor, en las que recaemos hasta el cansancio. Es como si me culpara por haberle dicho a mi hermana que San Nicolás no existe. Ruega a Dios por mí, preocupada por mi vida precipitada y sin sentido.

Algunas amigas se ofenden, creen que expongo al escarnio público secretos de estado, otras opinan que me he vuelto narcisista y vanidosa. Reencontré viejas amistades, pero algunas de las nuevas no me hablaron más. A veces, me siento como un político en campaña, ya no sé quien me cree y quién no.

Cuando escribo entradas que creo no van a gustar, recibo muchos comentarios, pero con relatos que siento que puedo ganar el Pulitzer, silencio total. Las reflexiones se convierten en burlas y las burlas en reflexiones de vida.

En general, mientras unos se molestan, ríen o lloran; yo, de este lado de la pantalla, sigo con mi ejercicio de escritura permanente. Veremos qué pasa en otro año, cuántas crónicas repetidas más se contarán.

La flor del corral


Con todo el lamento mediático que arrastró la muerte de Michael Jackson, se amontonaron por minuto los comentarios en las redes sociales sobre el título del difunto: rey, príncipe, ídolo...

Quienes nacimos en los 70, crecimos en los 80 y nos lamentamos de los 90, sabemos muy bien quiénes son los personajes que conforman las cúpulas del estrellato, nos gusten o no. A continuación, va una simple aclaratoria para aquellos que aún tienen dudas.

Michael Jackson es El Rey del Pop, y Madonna la Reina. Sus príncipes, para desgracia de muchos, son Britney Spears y Justin Timberlake. En otro universo paralelo, hay sólo un Rey: Elvis Presley. También una sola voz: Héctor Lavoe.

Sabemos que El León de la Salsa es Oscar de León y La Novia de América, Libertad Lamarque. Que el cacique de la junta es Diomedes Díaz y la loca de la casa es la imaginación. Que el príncipe del rap es Will Smith, y el rey de la pornografía es Larry Flint.

También existe un león del reggae, Bob Marley. Un potrillo, Alejandro Fernández. Una reina pepiá y una reina del arroz con pollo (sea quien sea).

Y existe una flor del corral: yo.

pd1: “La flor del corral” se le dice a la vaca que da más leche.
pd2: Mi papá es veterinario.

Escenas repetidas en un café

Los vi desde el otro lado del café. Él, miraba el reloj continuamente mientras hablaba, con señales de disculpas. Ella, tenía cara de decepción, había lágrimas en sus ojos. Pude imaginarme la historia.
                
Hace tres días, ella ni pensaba en él, hasta que la miró diferente. Esa misma noche, hablaron por teléfono hasta la madrugada. Ella estaba aún incrédula, pero él, con sus atenciones y halagos, logró ilusionarla.

Hace dos días, se encontraron en este mismo café. Él quiso besarla, ella lo eludió, pensando en un mejor escenario para el primer beso. Dieron un paseo, por el barrio chino, quizás. Entraron a todas las tiendas para ver con detalles las maravillas orientales que ofertan locales atiborrados de lámparas de papel, tazas para el té, hierbas innombrables y móviles con figuritas de animales del zodíaco. Él tocaba todo, ella se divertía. Se dejó llevar. Él la tomó de la mano, ella ya no pudo soltarse. Se sentaron en un banco de una plaza, se besaron, el tocó sus pechos, ella se sonrojó. Se sintieron felices entre los ceibos y las miradas intrusas. Se despidieron hasta el otro día.

Hace un día cenaron juntos. Él la invitó a su casa, le preparó unos ñoquis con tuco, quizás. Ella llevó el vino. Él le mostró su colección de películas y le cantó algún bossa con su guitarra, Muchacha de Ipanema, quizás. Ella se aferraba al sueño de mejores días junto a alguien a quien amar. Comieron, tomaron, rieron, se besaron, se tocaron. Él la cargó hasta su cama. Hicieron el amor. Él, con deseo. Ella con la alegría que promete el nuevo romance.

Esta mañana amanecieron juntos. Él dijo que tenía que salir, ella se despidió con duda. La despedida fue indiferente. Esta tarde, están sentados uno frente al otro. Él dice que fue un error, ella intenta no llorar, y se pregunta por qué.

Regreso a mi casa pensando en mis propias historias, y en las veces que alguien se despidió sin dejar respuestas. Tristes escenas repetidas en un café.