Meco
Qué alegría
cada domingo cuando Meco llegaba con una bolsa de pan para cada casa. Sabía el
tipo de pan que le gustaba a cada una de sus hermanas y, desde que entraba a
Potreritos, iba dejando una bolsa llena en la puerta respectiva. A mi abuela
siempre le llevaba sus bollitos de pan dulce, que ella escondía en la parte
alta del ropero de su cuarto para darle después a sus nietos preferidos, entre
esos, yo.
En
Potreritos todos se conocen. Es un pueblo pequeño: una calle que sube y otra
que baja, los domingos a la misa y luego a la plaza; la arepera, la escuela, la
casa de la cultura y la cancha donde se juega baloncesto, se presentan los
grupos de danza, se eligen las reinas en las ferias, y se celebran otros
festejos, como en cualquier pueblo venezolano. En San José de Potreritos, el
poblado más alejado de la Cañada de Urdaneta, todos conocen a Meco, mi padre.
Nació en
1944. Se llama Américo, como su padre, como su abuelo. También se llaman así
mis tres hermanos, dos de mis primos, y seguramente, otro pariente que no
conozco. Incluso a mi Tía Terema, primogénita de los Morán Urdaneta, le fue
imposible escapar a la herencia del nombre. La bautizaron Ocirema, Américo al
revés.
Mi papá es
un hombre muy generoso, de esos que “se quitan la camisa para dársela a otro”,
como dicen algunos. Combina la sabiduría y el carisma del profesor
universitario con la generosidad y la rectitud del hombre de pueblo. Mi padre
siempre tiene algo que dar. No es muy cariñoso, pero siempre está cuando se
necesita. Ama profundamente la vida y agradece lo que le ha dado.
Solo un
recuerdo basta para ejemplificar esta descripción de un hombre despistado e
inocente. Al final de un agosto, después de unas inolvidables vacaciones,
decidí quedarme a vivir en Potreritos. A mis 12 años estaba deslumbrada por la
vida que llevaban mis primas, unos cuantos años más grandes que yo. Las
fiestas, los permisos hasta tarde, los pantalones ajustados, la facilidad para
decir malas palabras… Con más razón, Meco continuó sus visitas semanales al
pueblo.
Un domingo,
luego del almuerzo de carne con papas, arroz y plátano asado con queso, le dije
que tenía un enamorado, que se llamaba P y que él conocía a su familia, pues
eran primos lejanos. Mi papá no dijo nada. Se levantó de la mesa y se fue a
reposar en la hamaca de mi Tía Nena.
Durante el
cafecito de la tarde, mi Tía Nena notó su cara de consternación y le preguntó
que había pasado, a lo que él contestó: - Adriana me dijo que tenía un novio…
al fin, yo pensaba que le gustaban las mujeres.
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6 comentarios:
Mis saludos Adriana.
“Lo recordamos todavía. Es como si todo esto/ tuviera que ser una vez más.” Rainer Maria Rilke
Desde lo privativo nace este texto. La vida pasa como los instantes, como Meco y el pan de cada día. Meco abre la memoria en este libro invocado con vida en destino propio. Aquí, el Tema, se desarrolla una mezcla extraída del recuerdo, y nos regresa la presencia de lo masculino como el personaje que marca, el inicio con un signo: El pan para la familia.
Meco ahora Américo sella la herencia, esta vez no puntual de un acontecimiento del presente, sino con la vivencia que habitada la infancia, junto a los sentires salientes por alguna correlación con el presente retorna, hasta quizás se añora.
El paisaje y sus referencias quedan por calles de "San José de Potreritos”, dado por la atmosfera sólo lo sostiene el anzuelo justificando sólo el espacio para recorrer las muy propias vivencias. Aquí el “yo” infante es muy intrínseco haciéndonos mirar hacia la herencia, hacia la curiosidad muy típica, lo cotidiano sin rebusques, todo como colocado para dar una sensación fría, obviando detalles para movernos hacia el señalamiento, que tomo como el nudo de este cuento: “Mi hija me dijo que tenía un novio… al fin, yo pensaba que le gustaban las mujeres”. Este final, entre Meco, Américo y “yo” dan fe real de esa otra realidad brotando con dejos de alegría, más tristeza contenida por los reflejos regresados desde el espejo de la misma infancia.
Muy personal, sin dejar de visualizar la visión de leerlo como el desdoble del otro: el porta voz narrativo.
Hasta pronto y gracias Adriana
Gracias por enviarme tus "crónicas-repetidas". Me encantan la frescura y profundidad de tu escritura.
Carmen Adela
Como siempre…a mi encantan tus historias mágicas. ¿Dónde se sitúa la realidad y la ficción?. No me contestes me gusta imaginarme
A
....Sin olvidar las divertidas fiestas en el Club.....
Puedo decir que mi papá nos deja un buen legado.... BUENA GENTE, HUMILDE, NOBLE, CORRECTO y EJEMPLAR PROFESIONAL.....y por supuesto lo que más nos caracteriza... Inocentes y despistados.....y hasta un poco solitarios...
C.A.A....un abrazoteeeeeeee
Me encantó!
Los Padres... de ellos tomamos la vida... sin ellos no estariamos aqui!...Gracias papi, gracias mami...por la vida que me diste...Bendiceme... si lo hago diferente!!!!!
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