El jabón azul
Hubo una
época en la que a mi papá le dio por bañarse con jabón azul. Jabón de panela,
para ser más exactos, el famoso “las llaves”. Seguramente alguien le dijo que
con ése quedaría más limpio, dudo que más oloroso, y es de esperar de un
producto sólido, barato y duradero que funciona muy bien en los pañales de tela
o en la ropa blanca.
Entonces mi
padre solo compró jabón azul. Una tarde, después de llegar de una hacienda con
el olor a bosta pegado en la piel, se dispuso a darse un baño con su trozo de
jabón, cuando descubrió una imagen entre las líneas blancas que pintan el azul
mar saca grasa. -Es la Virgen, dijo. Ahí se ve clarita.
La historia
pasó por muchas manos. Guardado en una cajita de plástico transparente, aquel
pedazo de jabón se hizo popular y, a partir de ahí, comenzaron a aparecer
vírgenes y santos milagrosos en los jabones de los vecinos, sin importar del
color que fueran. De eso hace muchos años, pero hoy me recuerdo minutos largos
bajo la ducha dejando caer el agua mientras revisaba minuciosamente el jabón
que usaba, con la esperanza ingenua de encontrar algún milagro.
Con el
pasar de los días, la virgen se fue poniendo más blanca y más endurecida.
Muchas veces en las que se había acabado el detergente para la ropa, me vi
tentada a tomar el curioso trozo de jabón, pero con eso podía arruinar la
felicidad eterna de mi padre, así que descartaba la idea.
Al cabo de
un tiempo, ya no era una, eran varias las siluetas de vírgenes y hombres sin
nombre y sin oficio que mi papá guardaba en cajitas de plástico y que servían
de entretenimiento para la visita a la hora del café. Sin embargo, meses
después se le había pasado la idea de redención jabonera y se entretuvo con
otras aventuras más profanas.
Hoy, quité
el envoltorio de un Toronto, un chocolate venezolano en forma de bolita que me
envío mi papá hace unas semanas. Creí ver en él un mapamundi, y recordé esta
historia.
A mis hermanos.
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11 comentarios:
Yo casi no tengo recuerdos...
Lindísimo texto... el final perfecto!
Cuando hay amor así, no existen las distancias... Somos uno...
Te quiero mucho, disfruta del amor en forma de chocolate, y de los hermosos recuerdos... :)
Asi era el, siempre con un chiste o una historia ocurrente, siempre buscando una sonrisa en el rostro de sus hijos.. Te adoro hermanita..
Hola profe como esta? muy bueno el texto, y sobre todo ese final tan tentador...
Me hizo llorar.
Me emocionó mucho este escrito. Que bueno encontrarte explorando rincones cibernéticos.
(M)
Pasando de blog en blog, poniendo NEXT NEXT NEXT. LLegué al tuyo y estoy muy satisfecha. Me conmovió la entrada ♥. Besos
Amor, odio, conflictos, resentimientos, alegrías, culpas, decepciones, anhelos... Con todo eso y mucho más se tejen los recuerdos que tenemos de nuestros padres, mucho más cuando ya no están en nuestro presente. Me conmovió mucho este relato, Adriana, al que llego luego de que me dices (me apropio del "tu" que tanto me gusta, yo, criada porteña y en el "voseo") que este es un blog que ya nadie lee. Pues, heme aquí, con tu bella historia resonando en mi alma. Un abrazo. Ana
Conmoveda, historia real y universal. Con ella tocas los corazones de todos los que hemos conocido un padre.
Gracias.
Fedora.
Feliz de encontrar tu blogg. Felicidades!
Qué linda historia.
Y qué lindo era (¿es?) ese azul de los jabones.
Es un azul mágico. Gracias Giselle
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