Juan

A medida que van pasando los años, vamos perdiendo la capacidad de asombro, así como la capacidad de espera… Por lo menos eso le pasa a mi amigo Juan. La verdad es que Juan está cansado. Cansado de esperar, cansado de esperar algo que lo sorprenda, cansado de esperar algo que lo sorprenda y lo reconcilie con la vida.

Juan camina todos los días de su casa al trabajo. Todos los días la misma calle, la misma vecina, el mismo perro, el mismo olor del pan, la misma sensación de desgano bañada por el sol ¿Juan, y cómo está el trabajo?, le pregunto. –Bieeeen, trabajando mucho. Ese “bieeen” de Juan, aletargado por la pereza, conformista, desalentador, le rompe el día a cualquiera. El problema es que a Juan no le importa romperle el día a otro. Juan lo que necesita es alguien que le rompa el día a él, que le rompa la vida.

Juan es un chico inteligente, amable, cariñoso, talentoso; pero tiene un problema: no logra ganarle el juego a la soledad. Mil veces se ha parado en el espejo a preguntarse: ¿quién soy? sin encontrar respuesta. Mil veces se ha quedado en su casa tratando de encontrar una razón para salir solo, y no logra dar un paso.

Juan tiene muchos amigos, mucha gente que lo quiere y con la que comparte de vez en cuando, pero la soledad de Juan no es de espacio, es de sensación. No es externa, no tiene que ver con los demás, tiene que ver con sus propios monstruos. Sin embargo, en medio de esa lucha diaria, cada vez que desfallece se mira al espejo, llora, y vuelve a  confortarse. Lo peor es comenzar de nuevo: todo ese proceso de entablar una relación con alguien,  por un día o por toda una vida.

Vuelve a leerse la cartilla, vuelve a ponerse la camisa blanca y la correa de cuero marrón. Porque si de algo le han valido esos días de soledad y desconsuelo es saber que no debe rendirse.

Otro día, otra vez la expectativa de algo sorprendente, algo fuera de lo normal, algo que le cambie la vida. Otro café, otra caminata, otro perro, otro suspiro para tomar fuerzas.
Juan se mira en el espejo y sonríe.



5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese Juan no es Juan. Ese Juan soy yo.

Anónimo dijo...

¿quién eres juan?

Anónimo dijo...

Mmmm! tu me conoces... tu sabes de mi vida cambiastes el nombre para reflejar mi vida... @.

Anónimo dijo...

ahora todos quieren ser juan!!!... y es que juan es el reflejo de todos

Anónimo dijo...

Mi papá se llama Juan...jeje