No-feliz
Me cuesta
equilibrar el agua caliente y el agua fría. A veces me quemo y otras me
congelo. Mis pensamientos están en esa bibliografía del ensayo de Rilke que no
termino de asimilar ¿cuál autor dijo esto?, ¿cuál refuta aquello? La radio
canta a todo volumen, pero la melodía se confunde con el chapoteo del agua en
la bañera y con mi voz desafinada. Me escucho cantando y me doy cuenta de lo
feliz que me siento.
Repaso los
hechos: sábado, 11:30 de la noche, dos días metida en un café escribiendo un
ensayo para entregar en una semana, un amigo -de los poquísimos que tengo-
cumple años y tiene una fiesta “sin censura” a la que no voy, me duele el
estómago, producto de la desesperación con la que me comí medio kilo de pasta
verde, después de estar toda la tarde frente a la computadora. Pero me siento
absurdamente feliz.
Pienso en
las razones y vienen a mi mente diferentes rostros, la mayoría, de hombres,
incluso de algunos con los que no he salido, aún. No encuentro la razón -ni el
rostro culpable- que me produce esta sensación. Canto alto, ya no escucho la
música y desafino más. Ridículamente feliz.
No me baño
en mi baño, no duermo en mi cama, no camino por mis calles. Pienso en el regreso
y me doy cuenta de que la razón de mi presunta felicidad es el estar conciente
del largo receso. En otro país, pero lo disfruto. Cierro la ducha, me pongo mi
mono negro de todas las noches y vuelvo a mi computadora, fiel compañera que me permite poder recalcular y no-decir
la no-razón de ningún-hombre que me hace, en el fondo, no-feliz.
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1 comentario:
La mosca en el armario de mis deseos.
El cesto lleno de papeles amarillos, abarrotado de botellas y nombres de mujeres.
Esta ciudad de sed y costras de sol.
Mi lengua quemada de azul y carne.
Los días que se beben de mis ojos las ganas que tengo de rodar.
Los girasoles que son senos, los senos que muerdo, las langostas que sobrevuelan mi cabeza.
Mis testículos: terribles águilas que parten en dos islas imaginarias.
Saludos amiga. Ley tu texto No feliz y surgió este ensayo de poema, este fragmento de siete cabezas y una puerta tan larga como la certeza de tener bosques en la tristeza. Un abrazo.
Raúl Semprún
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