Cine para intrusos

as historias de amor, prohibidas o no, se desarrollan ante la mirada del intruso. Éste se asoma por pequeños orificios, por los ojos de las puertas, se posa detrás del vidrio, de la ventanilla de la recepción, desde la entrada de la escalera. El intruso es el espectador de las películas de Wong Kar Wai. 

En sus últimos tres largometrajes más vistos -una trilogía que yo llamo la mesa de tres patas: dos amarillas y una roja- el director chino pone en juego las vueltas de la vida, y la mirada del otro como cómplice de amores y desamores. Se trata de In the mood for love (2000), 2046 (2004) y My Blueberry Nights (2007).

My Blueberry Nights (El Sabor de la Noche) es una película en la que el tiempo lo dicta el correr de las nubes en el cielo… por momentos parece que nada pasara, pero no se puede dejar de ver. La mayoría de planos a través de los vidrios es una propuesta interesante para una película de belleza inesperada, que mezcla la tranquilidad de paisajes desérticos con el murmullo de la metrópolis nocturna.

Al igual que en 2046, el director juguetea con los sentimientos desnudando las verdades de los personajes, en la medida en que va transcurriendo la trama. Y es que, Kar Wai intenta atrapar con sujetos intensos llenos de soledad y desesperanza, pero que siempre viven un comienzo y un final de sus historias. El círculo siempre se cierra.

En, My Blueberry…, Elizabeth (Norah Jones en su debut cinematográfico) recorre gran parte de Norteamérica y conoce personas que le permitirán descubrir que sus tragedias no son las peores, y que hay mucho más allá de una mala relación amorosa. Tiene que reencontrase para volver y comenzar de nuevo.

En 2046, Chow Mo-wan (Tony Leung), un periodista cínico y solitario, está enamorado de una mujer a la que nunca vuelve a ver. Su recorrido no es por todo el país, pero si por diferentes cuerpos de mujeres, vida nocturna y perdición, que lo llevan a reencontrarse con su destino.

Pero ya habíamos visto a Chow Mo-wan en In the mood… como un hombre atrapado en un matrimonio falso y enamorado de una mujer en la misma situación. En la primera entrega de Kar Wai, comenzamos a meter las narices en su vida. Dentro de la habitación, de la oficina, a través del teléfono. Comemos tallarines cada noche con la señora Chan, mientras su esposo se regodea con su amante. Aquí los planos son cortos, al igual que en 2046, cerca de los rostros. Se enfocan en pasillos, puertas, y mesas de bares. Lo prohibido para los protagonistas, se vuelve prohibido para nosotros también. Somos cómplices del secreto que se susurra en el agujero del árbol. Al final, nos volvemos pasajeros de ese tren que va a 2046, de donde la gente nunca regresa.

En My Blueberry…, aunque el director chino se abre a un público más amplio, conserva su esencia y la intensidad de la lentitud que lo identifica. Aquí juega con las expresiones y movimientos. Escenas bien logradas permiten explorar la sensualidad de Rachel Weisz entrando a un bar; la picardía de Natalie Portman apostando su nuevo Jaguar en un juego de cartas; la inexperiencia en los ojos asustados de Norah Jones; y la sensualidad de Jude Law en las escenas de besos, donde el director apuesta la esencia de la película.

Tres patas: dos amarillas niponas y una roja hollywoodense. Polos opuestos, miradas a través del vidrio, el tren que va y viene, la metrópolis y el desierto. El yin y yang de la estética que hace que las historias de Wong Kar Wai se repitan una y otra vez, pero en cuerpos diferentes.
“Algo de mi experiencia encontró su lugar ahí”, dice una voz en off en 2046.