Acabo de mundo
MARÍA
GRACIA es una niña hiperactiva. No para de hablar ni de saltar en el asiento
trasero del carro. A su lado, su abuela lleva una taza con sopa caliente. María
Gracia se mueve tanto que, sin darse cuenta, mete su larga cola de cabello en
la sopa. Regaño de la abuela. A María Gracia le da asco tener su pelo negro
lleno de grasa. Al llegar a casa deberá lavarse la cabeza. Más tarde, María Gracia
habla y juega entre los adultos, la regañan otra vez. Mientras tanto, el perro
de la casa le lame la cola de cabello y saborea con gusto la sopa de costilla.
EL PROFESOR DE ARTE
intenta explicar la repercusión de las vanguardias en la historia del arte. Intenta:
lo que hace es divagar. -Disculpen si estoy algo disperso –dice- pero eso pasa
con textos que uno no conoce bien, que son recién leídos. No sólo se justifica
descaradamente, sino que espera respuesta de sus alumnos de postgrado
anonadados ante tal pedagogía.
LUCIO es un
profesor tímido pero talentoso. Recorre toda la universidad buscando un
escáner. Pasa por el pasillo con sus jeans grandes bien amarrados por encima de
la cintura. Llega al departamento que necesita, el Centro de Diseño Gráfico,
una oficina que recuerda una boutique de mall donde se muestran algunos
trabajos-objetos-artísticos de profesores y estudiantes. Lucio muestra una
carpeta y dice: -Hola, tengo todas estas cartas, necesito escanearlas pero sólo
tengo esto para guardar la información. Ante los ojos asombrados de los
diseñadores fashion, saca del bolsillo
de su camisa un disquete 3 ½.
LA SEÑORA
tiene toda la mañana en el banco. Ansiosa, envía y recibe mensajes en su
celular. El vigilante se acerca y, mientras señala un aviso ubicado a la
derecha, le dice que está prohibido usar
el teléfono celular. Ella, sin mirarlo, asienta con la cabeza. El vigilante
vuelve a su recorrido y la señora, como si nada, sigue la tertulia con el
pequeño teclado. Quizás no sabe que los teléfonos móviles tienen una opción de “vibrar”
para estos casos. Pero es que, ni por decencia, le baja el volumen al
aparatito.
Perorata de domingo
Me siento
frente a mi computadora a escribir, pero no sé de qué. Es uno de esos días en
los que las ideas no terminan de salir de mi cabeza.
¿Sobre qué
escribo? Es un lindo domingo de primavera con 20 grados de temperatura y un
solcito que hace crecer las rosas de la única planta que tengo en mi balcón.
Leo que murió Mercedes Sosa. Internet está cargado de videos de “La Negra”,
todos dicen “gracias a la vida”, se lamentan como si la hubieran conocido. Eso
sólo lo logran los grandes, los importantes. Lo mismo pasó con Michael Jackson
y Benedetti, todos lloraron.
Escucho en
la radio una canción de Ricardo Montaner, Volver.
Pienso en escribir sobre la canción, o mejor sobre la telenovela de la que es
tema principal. No, mejor sobre el actor de la telenovela que es pareja de
Cecilia Roth. No, mejor sobre ella y su actuación en una serie de televisión, o
sobre sus películas. Almodóvar, cine español, las madres, la locura. Caigo en temas
recurrentes.
Vuelvo a la
radio, habla el locutor y hace una cuña, Alto Palermo y la revista Shop sortean
un viaje a Margarita. Los argentinos viajan a Margarita, es bueno que conozcan
una playa caribeña. Puedo escribir sobre playas, la Península de Paraguaná, sus
costas vírgenes en el Cabo de San Román. Escribir sobre los viajes, de cuando
una se hizo pupú en la carpa, de cuando a otro lo rozó una aguamala y le dolió
mucho, se orinó encima. Las playas de noche. Alguien me envió un video de
Coldplay, Yellow, con el mensaje
“recuerdo las noches en la playa”. La música, la playa. Puedo escribir sobre
noches que parecen eternas con gente que parece eterna, sobre los amores
eternos. No. Los amores no son eternos. Sólo algunos, el cine, la música, los
libros, los hijos, supongo. La familia.
Algo sobre
la familia, sobre la que tengo, maravillosa; sobre la que quiero tener,
inconclusa. Sobre los cuentos inconclusos que quiero publicar, que no son míos.
Escribir sobre lo que no es mío sino de otros, sobre algunos hombres que no son
míos y son de otras. Mejor no. Puedo escribir sobre hombres, en general. Sobre
su manera de mirar, sobre sus piernas pesadas y sus pelos grasosos, o sobre
cómo hacen creer a algunas mujeres que les pertenecen. No. Hablar de hombres no
es original.
Puedo
escribir sobre cualquier cosa, mientras se queman las arepas del desayuno y
sigo pensando sobre qué escribir. Pienso, pienso: la muerte, la música, el
cine, la playa, los hombres, los temas recurrentes. Mi vida recurrente y las
ideas absurdas en mi cabeza.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)